lunes, 5 de abril de 2010

El "Rey" de las copias

Hoy quince de marzo fui donde Freddy a comprar un libro y dentro del apuro le comenté que haría un perfil sobre él. Sonrió y de espaldas a mí, en busca de mi vuelto, S/. 16.50, me dijo, o quizá lo dijo al aire: -“¿Sobre mi vida? ¡Jaja!, sobre mi vida mundana”-

No es fácil hablar de Freddy, muchos lo conocen, casi, por no decir siempre, lo nombran, los profesores dejan libros y separatas en su centro de fotocopiado, y los alumnos lo tienen como el preferido.

He ido más de siete veces a verlo, y no miento si digo que las siete veces ha sido casi imposible comunicarme con él.

Esta semana se le hace imposible atenderme: -“Esta semana no, en estos tiempos viene mucha gente, mejor la próxima…” – Yo me pregunto, cuándo no hay gente en donde Freddy. Me dice que esta semana no porque recién ha empezado la universidad y hay demasiados libros por fotocopiar, y él al igual que los alumnos va a estar muy atareado.

Siempre está tras el módulo, con sus rulos alborotados y su mirada casi desorbitada, preguntando desesperado cuántas copias están pidiendo y es increíble ver la precisión y rapidez con la que termina sus copias y anillados.
Tiene a tres chicas que le ayudan y se puede notar a veces su desesperación al ver que talvez alguna de ellas no trabaja a su ritmo.

Hace unos días pude observar una actitud nunca antes vista en él, fui de nuevo a sacar copias y de paso preguntarle sobre nuestra entrevista pendiente, fue raro ver a Freddy con una actitud de ese tipo, una de las chicas no encontraba las copias a sacar, -“¡Pero sí están, búscalas!”- Eso sonó algo militarizado, un grito seco y directo que fue capaz de entorpecer aun más la búsqueda de esa separata. Esta manera de expresarse contrariaba totalmente al Freddy de la sonrisa amplia y ojos desorbitados que describí al principio.

Decidí después de unos días conversar con las chicas que lo ayudan, tres simpáticas chicas que al yo decirles que les preguntaría cómo era Freddy, respondieron sin demorar: “¡Ahhh! Freddy nos explota, es un renegón”, siempre en tono de burla y mirándolo de reojo para ver qué dice, él tan solo las mira y ríe, sabe que entre broma y broma dicen la verdad pero en el fondo sabe que son fieles a él.

Se nota el cariño que le tienen, Freddy se molesta cuando tiene que molestarse pero es bien comprensivo, si tienen que hacer cosas él les da permiso.
-“A veces pierde los papeles y tira las cosas, pero después de cinco minutos se le pasa, y vuelve a la normalidad, con sus bromas y la paciencia de siempre, eso es solo cuando hay mucha, sobre todo en las horas punta, las doce y media, las cinco y veinte y las ocho y cuarenta, después es tranquilo”- dice una de ellas.

Hoy después de tres semanas puedo entrevistarlo, es una tarde soleada, Freddy en el lugar de siempre, le digo si ahora sí puede concederme la entrevista, y para no perder la costumbre y mirando la hora me dice: -“¡Uy! Ahorita viene gente”-, son las cinco y diez de la tarde, dentro de un rato llegan los chicos del turno tarde a hacer sus múltiples pedidos, pero hay tiempo, ahora sí hay tiempo y así empezamos una conversación corta pero entretenida.

Freddy se dedica a las copias hace catorce años, -“En esa época estaba chibolo, en el colegio todavía…”, su hermano le propuso trabajar con él, en este negocio que nadie podría haber presagiado el éxito que tendría después de tantos años.

Cuenta que él y su hermano mayor empezaron con una computadora y una fotocopiadora chica en un local pequeño cerca de la facultad de comunicaciones de la Universidad San Martín de Porres ubicada en la cuadra dieciséis de la avenida Brasil. Cuatro años después una señora les propuso mudarse a un local un poco más grande, ahí se iban notando los cambios y el progreso.

Para esos tiempos Freddy ya se iba haciendo conocido, ya tenía a sus fieles compradores, siempre le dejaban libros o separatas encargadas para fotocopiar y él siempre estaba presto a las necesidades de todos, ya conocía a más profesores y a más alumnos, alumnos que ahora son profesores y obvio a los alumnos nuevos.

Después de un tiempo algunos alumnos empezaron a correr el rumor de que la universidad, ese conjunto de casonas grandes, como él la describe, iba a trasladarse lejos, por Surquillo, y Freddy no les creía, -“La universidad era grandota, cada vez compraban más casas antiguas, para mí era increíble pensar que se mudarían, no les creí”-.

Después de dos años y él, incrédulo, de un momento a otro la universidad se mudó. Freddy no lo podía creer, tenían aún el negocio en la Av. Brasil. Fue hacia Surquillo y no encontraba ningún local disponible, todo estaba rodeado de tiendas de cerámicos, maderas y un terminal terrestre.

Pero eso no fue un impedimento para él, no le importó, se comunicó con los chicos de la universidad y se sentó en una esquina, allí esperaba a que lo busquen como siempre, tenía sus contactos para estar al tanto de todos los últimos pedidos de los profesores, entre separatas, libros, y sílabos.

Hoy Freddy está en un sótano frente a la universidad, fiel a ella y a sus clientes, con cinco computadoras totalmente equipadas, con todos los programas de edición y diseño que sus clientes requieren, también tiene tres impresoras a color y en blanco y negro, una de ellas es láser, tiene también cuatro fotocopiadoras su última adquisición, una fotocopiadora “Aticio 650” de última generación y tecnología de punta.

Rodeando sus máquinas, tiene un sin fin de papeles organizados en grandes estantes, libros fotocopiados y originales listos para ser utilizados, separatas, sobres manila, su anilladora y un sin fin de carteles pegados en las paredes.

Freddy está orgulloso de sí mismo, se nota en sus ojos en su tono de voz, en su alegría al relatar sus inicios y cómo está ahora.

Ya no trabaja con su hermano, cuando tuvo que mudarse del local de la Brasil, este le dijo que podía seguir con el negocio si es que quería y sí que lo hizo. No ha estudiado nada, pero es una persona de éxito que ha crecido solo, con su esfuerzo y poco a poco.

Le pregunto sobre la paciencia, dice que es fundamental, sobretodo en un negocio como este, si no hay paciencia no hay trabajo, está todo el día metido en su negocio, desde las siete y media de la mañana hasta las diez de la noche.

En todo este trayecto tiene sus horas punta y algunas horas de respiro. A veces, dice, se carga de mucha energía pero siempre sabe como liberarla, sabe como relajarse y poder mantener la calma, hay días que vienen chicos sin paciencia, todos te piden algo a la vez y ya sé cómo manejar la situación.

Las chicas ya lo conocen y poco a poco se van acoplando a su ritmo, -“Son aún jóvenes, tampoco las puedo atarear, a veces tienen que salir y las dejo hacerlo, sé lo pesado que es este trabajo y no puedo saturarlas”-.

Con todo su tiempo copado, supuse que sería imposible tener una esposa e hijos. Freddy tiene novia, Sandra, es una de las chicas que lo ayuda, ella lo acompaña hace ya más de cinco años, no tienen hijos, “Creo que sería imposible pensar en uno, este trabajo es muy matado”, lo importante es que tiene a alguien que lo conoce a la perfección y lo acompaña día a día.

En una hora Freddy saca mas o menos cincuenta soles, y eso que es una hora, con todo lo que saca al día, a la semana (de lunes a sábado), al año; vive muy bien, no le falta nada, está bien de salud, Sandra le da amor y ama a sus hermanos y a su familia y tiene un gran trabajo que va progresando día a día.

El trabajo no es fácil se sabe, pero no lo dejaría por nada, es su vida, es parte de él y en él seguirá.

1 comentario:

  1. Ja... m pregunto cuantas generaciones conocera Freddy... ya acabe la univ y veo que hay Freddy para ratos.

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